Alegría inicial que acaba en llanto: 1-1 ante el Arsenal. Primeras muestras de debilidad ante un pseudogrande: 3-0 ante el Manchester City. Victoria balsámica pero nada más: 1-0 ante el West Bromwich Albion. Ni juego, ni oportunidades, ni ganas: 0-0 ante el Birmingham. El Liverpool empieza la temporada sumido en la depresión con la que terminó la campaña anterior. Ni el cambio de técnico ni los fichajes imprimen al equipo, de momento, el carácter ganador que tuvo en la primera etapa de Benítez.
Rafa Benítez no dejó a nadie indiferente durante su paso por el fútbol inglés. Odiado y aclamado casi a partes iguales tuvo que dejar el Liverpool este verano ante la intuición de que el histórico se encaminaba a una crisis económica e institucional que minaría la moral de la plantilla y dificultaría la misión de pelear por los títulos. La desastrosa campaña anterior también ayudó al cambio de aires –Este, por cierto, debe cargar con gran parte de la culpa por el juego y la crisis del equipo. La filosofía futbolística de Benítez bebe más del catenaccio italiano que del juego de toque que ha encumbrado este verano a la Selección Española de Fútbol. Es, por tanto, criticable desde el punto de vista estilístico cuando no llegan los resultados. Sin embargo la suerte apareció para Benítez bien temprano puesto que ya en su primera temporada consiguió un título. ¡Y qué título! El trofeo que la parroquia de Anfield añoraba desde los ochenta. El Liverpool obró el milagro y se proclamó campeón a pesar de ir perdiendo 0-3 al descanso. La Liga de Campeones de 2004-2005 fue el gran aval de Benítez. El título significó una inyección de moral para la afición y le dio al técnico madrileño la seguridad para trabajar sin miedo a ser cuestionado.
Al mando de las operaciones, Benítez españolizó el equipo y se deshizo de jugadores que o bien no entraban en su esquema o no entraban por su ojo. Josemi, Luis García y Xabi Alonso fueron los primeros en llegar. Luego lo haría Reina y Fernando Torres. Estos dos últimos, ajenos al éxito de Estambul. El Liverpool empezó a funcionar gracias a la integración de los nuevos y el buen rendimiento del esqueleto del equipo, heredado de la era Gérard Houllier. Este último siempre ha dicho que merece parte de crédito (todo el crédito, según él) por el título de la Champions League dado que él clasificó al equipo para Europa y dado que la base del once estaba formada por jugadores que él fichó y adiestró. Polémicas a parte lo cierto es que el Liverpool de Benítez despegó y volvió a ser uno de los grandes animadores de una Premier League dominada casi tiránicamente por el Manchester United de Sir Álex Ferguson.
La 05/06 no será una de las temporadas más recordadas de la era Benítez y es que aunque el equipo acabó tercero lo cierto es que se había descolgado de la lucha jornadas antes del sprint final. Siempre ha dado la sensación de que el Liverpool de Benítez se sentía más cómodo jugando Champions que Premier League. Sin ir más lejos, a la final ganada en Estambul hay que contar la perdida contra el Milán en Atenas, dos años después, las ´semis´ de 07/08 y los ´cuartos´ de la 08/09 –el Chelsea eliminó a los ´reds´ en ambas ocasiones.
El fútbol del Liverpool recibió un impulso definitivo con la llegada de Dirk Kuyt y Fernando Torres en 2006 y 2007 respectivamente. Ése sí era ya el equipo de Benítez, moldeado a su imagen y semejanza. La temporada 2008/2009 parecía encaminada a ser la que encumbrara al Liverpool. La plantilla disponía de buenos mimbres. El compromiso de los jugadores era total y la filosofía de Benítez había calado entre sus hombres. Para sorpresa de los detractores del técnico madrileño el Liverpool hizo un temporadón. La dupla Torres- Kuyt (27 goles entre los dos) era letal y Gerrard (16 goles) estaba en estado de gracia de cara a gol. Las victorias en liga llegaban semana sí y semana también. El papel del equipo en la Champions League fue bueno también, llegando a su zenit con la goleada al Arsenal 2-4. Llegada la primavera, cuando empiezan a decidirse los títulos, el equipo empezó a notar el vértigo de estar arriba luchando con un Manchester United intratable. Así, finalmente el castillo de naipes se vino abajo, primero en Champions League, cuando el Chelsea apeó a los de Anfield y luego en la Premier, cuando el Liverpool se dejó dos puntos –definitivos para el título- al empatar ante el Arsenal en la penúltima jornada.
Esa temporada fue para el Liverpool un bonito sueño que acabó en desilusión. Fueron los más goleadores, los que perdieron menos partidos y los que mejores sensaciones dejaron a lo largo del campeonato… pero sucumbieron ante el implacable Manchester United de Cristiano Ronaldo, que haría doblete al conseguir la Champions League también. Ese fue el último as en la manga de Rafa Benítez. Tanto los propietarios del club, los estadounidenses Gillett y Hicks como las viejas glorias (Jamie R edknapp, John Aldridge y Graeme Souness) le habían puesto la cruz al preparador español. Este aún contaba con el apoyo de la mayor parte de la grada de Anfield y con el soporte de los pesos pesados del vestuario. El ocaso del Liverpool y de Benítez estaba a la vuelta de la esquina.
Los fichajes que las primeras temporadas cuajaron ya no valían. Las ventas debilitaron al club. El juego volvía a ser ramplón, pero ahora los resultados no acompañaban. La inestabilidad institucional tampoco ayudaba. Los rumores eran el pan de cada día en el seno del club. Benítez, Torres, Gerrard, la desbandada era previsible. Mientras, el equipo caía en una y otra competición como si de efecto dominó se tratara: Liga de Campeones, Copa de la Liga, FA Cup y Premier. El Liverpool fue incapaz de mantener puestos ´champions´ y acabó séptimo –la peor clasificación de la era Benítez. La prensa tampoco se lo ponía fácil al técnico que, ahogado por la presión y quien sabe si convencido de ello, afirmó en diciembre que su equipo se clasificaría para la Liga de Campeones con un cien por cien de seguridad. Erró.
Con la marcha de Benítez al Inter se ponía fin a un ciclo. Roy Hogdson, aclamado como mejor técnico del año anterior gracias a su labor en el Fulham, aceptó ponerse al mando de la nave ´red´. Incluso consiguió la hazaña de retener a sus estrellas (Torres y Gerrard) que dieron el ´sí quiero´ a Anfield una temporada más. Las arcas del club no eran nada boyantes por lo que los aficionados no debían esperar la llegada de grandes nombres. Al final Joe Cole, Raúl Meireles, Cristian Poulsen, Milan Jovanovic y Paul Konchesky arribaron a Liverpool. Suficientes puntales para dar un lavado de cara a la plantilla y reconducir el rumbo de un equipo a la deriva… ¿o no?
Lo cierto es que las sensaciones que deja este Liverpool no son las mejores. Claro que no se llevan disputadas más que cuatro jornadas de liga. Sin embargo los ´reds´ languidecen en la media tabla y sólo pueden presumir de haber ganado al West Bromwich Albion (WBA) y por 1-0. El equipo está notando mucho la baja forma de Fernando Torres, que todavía no es el de antes. Steven Gerrard lo intenta pero tiene menos protagonismo que de costumbre. Joe Cole dio destellos de calidad pero lo estropeo todo al ser expulsado el primer día y, desde entonces, no ha jugado. Milan Jovanovic no aparece y Roy Hogdson parece no confiar en Raúl Meireles.
Es demasiado pronto para hacer un diagnóstico acertado pero mucho me equivocaría si el Liverpool hace algo interesante esta temporada. Roy Hogdson es seguramente un hombre que puede sacar jugo a la plantilla, pero al medio plazo. Hacen falta jugadores y calidad. Hace falta un mediocentro que cree juego. Hace falta que Torres vuelva. Y hace falta suerte por qué no decirlo. El caso es que tras el tostonazo de 0-0 ante el Birmingham de este domingo el Liverpool deberá dar el do de pecho la semana que viene y no lo tendrá fácil porque le espera un Mihura, aunque algo irregular este inicio de temporada. El Liverpool de Roy Hogdson tiene una oportunidad de demostrar a los críticos que puede decir algo en esta Premier League si vence y convence en Old Trafford. Si no muchos en The Kop pensarán: “Siempre nos quedará Benítez”.
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