El fútbol es mi pasión casi desde que tengo uso de razón. Es mi vida, mi recurrente tema de conversación, es el oxígeno de mi espíritu. Siempre había deseado ir a ver en vivo un partido de fútbol a un campo inglés. No porque ellos inventaran el fútbol sino porque con la excepción de en Argentina, es aquí en donde de una manera más apasionada se vive este deporte. Después de mucho esperar, ayer finalmente lo conseguí. El partido en particular era lo de menos, pues al equipo al que realmente querría ver es al Arsenal. No está en mi horizonte cercano porque no venden entradas a no socios para casi ningún partido, y cuando lo hacen, no bajan de 40 libras. Quizá en pre-temporada, si sigo aquí. Bueno, lo de más era conocer el ambiente de la previa en Inglaterra, la relación entre aficiones y los cánticos de apoyo. Sin palabras.
No es uno de los estadios míticos como Old Trafford o Anfield, pero nada más que por dónde está situado (en la rivera del Támesis) y por cómo se ha de acceder a él (cruzando andando un parque) un partido en Craven Cottage se vive desde antes mismo de empezar. La cita era contra el Burnley, un equipo del Norte, situado en una ciudad de poco más de 70.000 habitantes, que actualmente sufre por mantenerse en la Premier League tras un reciente ascenso. Es de esos equipos donde la afición trabaja cada partido casi tanto o más que los jugadores. Pese a los gritos y canciones nada agradables de unos pocos el ambiente que reinaba era el de la concordia.
Tras pasar los típicos tornos me adentré en Craven Cottage y sin casi buscarlo encontré los puestos de cerveza Carling y de venta de hamburguesas. Cientos de seguidores de ambos equipos hacían cola.
Después de un breve bocado, tiempo para disfrutar del fútbol. El Burnley, con su nuevo entrenador, Brian Law, lucía un once renovado, mientras que en el Fulham la novedad era el regreso del ´10´ Bobby Zamora. Tuve la suerte de estar en la grada visitante. Gracias a ello puedo decir que disfruté más del espectáculo de estos que de su equipo.
La crónica del partido es la del dominio y ocasiones del lado del once de Roy Hogdson, que se adelantó en el 22 y aumentó distancia en el 33 de la primera parte. Mientras, el combinado visitante a duras penas logró inquietar el marco defendido por el australiano Schwarzer. La segunda parte comenzó con un gol de falta directa de Zamora que acabó con las esperanzas de empate del conjunto del condado de Lancashire.
No se me olvidará el comportamiento ejemplar de los aficionados del Burnley. No porque animaran desde el 1-0, no porque siguieran con el 2-0, no porque continuaran con el 3-0. Es que la grada entera entonó el ´Brian Law´s Army` durante toda la segunda parte. Sin descanso. Sin parar. La misma letrilla. Y no eran, como pasa en España, quince o veinte, eran casi cien. Eso es coraje, tesón y apoyo a unos colores. Unos aficionados que hicieron casi mil kilómetros de viaje y vieron a su equipo deambular por el campo, maniatado por un conjunto más experto y con muchos más quilates de calidad en pista.
Burnley, habéis dejado el listón muy alto.